lunes, abril 23, 2007

HERIDAS DE GUERRA

Ayer me tocó vigilar el recreo en una zona bastante tranquila, el día era estupendo y se estaba fenomenal en el patio.
Los pájaros se peleaban por las miguitas de los bocatas que iban soltando los niños cual Pulgarcitos, el sol brillaba radiante y no había nada que presagiara ningún problema.
Yo suelo andar arriba y abajo por la zona que me toca para que no haya follones y todos estén vigilados; en uno de estos paseos ¡Oh dios! Siento como si un árbol se me cayera encima; me tambaleaba y no podía mantenerme en pie.
Como pude me agaché para no caerme al suelo, me agarraba a las baldosas del patio y no veía nada más que estrellas, que como en los cómic daban vueltas a mi cabeza.
Al cabo de unos interminables minutos me fui incorporando y miré a mi alrededor para saber que me había ocurrido. Vi a unos chavales que se acercaban a inspeccionar el accidente, (a todo esto, yo seguía mareada y pálida como un muerto).
Parece ser que el causante de mi mareo fue un tremendo balonazo, no se si con intención o sin ella, que me arrearon en la cara.
Pregunté y a gritos me espetaron :
-¡Ha sido el Moja!
El Moja es un alumno marroquí, Mohamed es su nombre, más malo que la quina, que en cuanto vio y oyó aquella salió escopetado patio a través con el balón de fútbol bajo el brazo. Y échale un galgo, no podía mantenerme en pie como para ir tras él a buscarlo.
Las gafas, todas torcidas y menos mal que no me las rompieron porque me las acababa de comprar y me habían costado un riñón y parte del otro, los pelos todos de punta se me pusieron y no era capaz de poner orden en mi cabeza.
Menos mal que un compañero que vio el accidente vino enseguida a socorrerme, y a investigar el suceso.
Y no, no fue el Moja el causante del estropicio, sino unos enanos del segundo ciclo que como no tenían sitio en la cancha de fútbol, se pusieron a jugar en zona prohibida a tal fin con un balón de baloncesto, pero pegándole patadas con saña , alevosía y con todas sus fuerzas. Y allí estaba yo, en el sitio justo para recibir el impacto.
¡Dios lo que sufre una!,en el colegio corrió como la pólvora la noticia: “A la profe le han dado un balonazo que le han roto las gafas y la han tirado al suelo”
Mis alumnos los pobres subían al término del recreo asustados, (bueno eso creo, cualquiera sabe ) por si me habían hecho algo grave y cuando se cercioraron de lo contrario se reían a mandíbula batiente, ¡encima con cachondeíto!.
Estuve el resto de la mañana como un zombi y no di pie con bola, y ahora cuando lo cuento la gente se parte de risa pero a mí maldita la gracia que me hace porque se me hinchó la nariz y estuve todo el día con la cara dolorida.